Esquivando gotas de agua contaminada procedente de aires acondicionados que sin miramiento te lanzan. Tapándonos del abrasante sol que se alza por la tarde. Un pelotón de chanclas, bañadores y gorras. Bares climatizados llenos. Señoras en la puerta de sus casas con sillas de la playa. No es un juego de Mario Bros, donde tienes que ir esquivando obstáculos, no; es la magia de Sevilla.
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