lunes, 11 de octubre de 2010

Encuentros

¿Por qué no te invité a dormir? Me insinué tenuemente y, acto seguido, que había que ir despacio. Te miré a los ojos y te dije que me daba vergüenza. No sabía cómo reaccionar. Quería un sí a cambio de mi pregunta, pero, ¿y si era un no? Una vez más dejé que la inseguridad se apoderara de lo poco que me quedaba, la valentía, el atrevimiento. La timidez era la línea que separaba nuestros labios y no lo podía permitir; maté a la timidez, pero cuando nuestras fosas nasales se respiraban recíprocamente, ocurrió. Todo se volvió de un oscuro casi negro. Se había apagado la luz del portal y confundieron nuestros cuerpos con la noche. Fue lento y húmedo, pero satisfactorio y gratificante. Fue intenso y suave, pero nervioso y travieso. Fue una noche especial, ay... si te hubiera invitado a dormir conmigo...

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