domingo, 4 de octubre de 2009

Érase una narrativa

Brade no era humano, Brade se hizo a sí mismo con nostalgia, terror y maldad. Tenía unas cuencas oculares vacías llenas de pigmentos rojos que le daban un aire de debilidad atemorizante. Sus orejas eran puntiagudas y silbaban con la brisa, su nariz era un fragmento gelatinoso que absorbía cualquier cosa y su boca... bueno no tenía una boca, tenía tres, aunque una de ellas la tenía como cosida y no podía separar sus labios deformes con aspecto de pasas alargadas. Brade se hacía pasar por un lobo nocturno que por la noche devoraba tres o cuatro gallinas de los pastores de alrededor del cobertizo donde vivía. Él llegó hasta allí por casualidad un día de nevada helado donde hasta las chimeneas tiritaban. Buscó un lugar donde resguardarse, era un viejo molino olvidado que ya no se usaba y se creía que estaba encantado. Ahora se creía aún más, porque Brade hacía ruidos nocturnos propios de cualquier engendro.
Con su forma de perro gigante negro encorvado, deambulaba por el pueblo a altas horas de la noche cuando todo el mundo se había recogido. Si había algún ingenuo paseando por la zona, Brade no lo pensaba dos veces. Al día siguiente todos lamentaban la desaparición de un conciudadano, pero todos lo relacionaban con los pozos, que eran agujeros oscuros profundos de donde nadie había sobrevivido aún. Los pueblerinos cerraron los pozos con cemento en vista de que se iban a quedar sin habitantes.
Mientras tanto Brade dormitaba en su guarida a la espera de escuchar algún humano rondando para poder cenar. No se encontraron restos de ninguna persona porque Brade era sigiloso y un buen asesino que no dejaría rastro, pues él lo devoraba todo desde la sangre y los huesos hasta la ropa.
Tío Baren contaba estas desagradables historias a sus tres traviesos sobrinos que se quedaban sobrecogidos, a sus espaldas una puerta crujió y parecía que jamás esos tres pícaros habían escuchado una sin engrasar, la madre al ver las tres caritas pálidas como la luna en vez de reñirles por la hora, tuvo que echarse la mano a la cara y aguantar la risa, volvió a cerrar y al segundo recuperaron un poco el color sonrosado que tenían siempre en las mejillas.
-A dormir- dijo la madre con la voz entrecortada desde el pasillo- y no lo repetiré o pediré ayuda al mismísimo Brade-.
Como un resorte los tres niños ocuparon cada uno su cama; nadie conseguía tenerlos tan callados como el tío Baren, pero a costa de alguna que otra pesadilla, sobre todo del mayor que era el más asustadizo. Sin embargo era el más pequeño, de edad y de cuerpo , el que animaba a los demas a no creer del todo a Tío Baren y siempre conseguía calmar a sus hermanos mayores, obligándoles a cantar una manida canción, que hablaba de las piedras que cada uno tenía en el paraiso, a pesar de que hablaba de más allá de la vida, pero lo hacía de una manera muy sutil .
Tira la piedra de tu vida, elige rincón y color
y si aciertas , tu paraiso será mucho mejor
Aunque los hermanos eran unos cafres la canción los relajaba tanto que conseguía dormirlos.
Era entonces su momento, ya que cuando amanecía volvían a olvidarse de todo y normalmente la tomaban con el más pequeño hasta que encontraban una diversión diferente.
El sueño de Nejnin, era ni más ni menos que ser un gran actor (gran sombrero, capa y espada).
aunque era el mayor y mas cobarde,pero soñaba con grandes damas que suspiraban por el, y aunque no manejaba bien ni la cuchara en la sopa, el siempre se veia con una gran afilada espada , eso si con un gran protector de la mano, a sus hermanos los veia como sus huidizos escuderos, siempre sucios y persiguiendo gordas cocineras por obtener algo que llevarse ala boca, yá que su dueño y hermano, gastaba todo en ropas y encajes para deslumbrar a las damas

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