Salí de noche oscuro y cabizbajo, sin más ropaje que mi sombra y mis botas de piel de pantera. Sentía el frío de la brisa que intentaba abrazarme con sus garras heladas. Me iba desvaneciendo poco a poco, notaba como mis piernas cedían y mis pupilas se apagaban. Entonces llegó; pasó por delante un perro negro que evocaba al demonio y... me comió mismo, porque era muy grande.
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