La fiera hierática ante mí se contoneaba y odiaba lentamente. Escalofríos, sudor y espasmos. Me descuartizaba con su mirada, con solo soportar sus ojos faltos de humanidad. Estaba a dos pasos de un grueso palo, pero de qué serviría... Solo para cabrear más a la bestia.
¿Qué hace un humano en mi parcela? Ahora tendré que unirme de nuevo a la manada para no ver cómo arrasan y pisotean mi casa. Parecía que tenía la intención de coger un palo para golpearme, pues avanzaba lentamente hacia él. Tenía que huir.
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